Cuadernos del Observatorio · Eduardo Amadeo
Una de las características más sorprendentes de los últimos 30 años de vida argentina es la persistencia y aún profundización de la pobreza. Y no se trata sólo de la pobreza por ingresos, sino también de todas las expresiones que la rodean: el trabajo informal; los múltiples dramas de los jóvenes; el deterioro de la educación; las pésimas condiciones del hábitat. Hay una pobreza dura, crónica, que se reproduce entre generaciones; y que aumenta al ritmo de las repetidas crisis económicas. Esa cronicidad en la que han caído cientos de miles de hermanos nuestros, tiene otro efecto terrible: les hace perder las esperanzas de que alguna vez podrán salir. Y sin esperanza, el éxito está muy lejano.
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